Este artículo se inserta dentro del conjunto de recopilaciones que estoy haciendo en torno a los diarios de Viktor Kemplerer. Para leer el artículo anterior pulsa aquí.

(…) El martes acabé las clases. En esa clase de historia de la cultura me he permitido algunas semiocultas o evidentes osadías, en parte voluntaria, en parte involuntariamente. Habría podido costarme la cátedra. Lo más extraño ha sido mi relación con Eva Theissig, que me tiene gran apego y que es organizadora de células estudiantiles o algo así, en cualquier caso una personalidad del nuevo régimen. Cuando se despidió de mí para continuar sus estudios en Friburgo, le di el siguiente consejo: “¡Menos política y más ciencia! Y no se ponga usted demasiado a merced de esa causa. La suya es la ciencia: y tampoco puede saberse en política lo que traerá el porvenir. Usted me entiende: mi consejo me pone en manos de usted, yo sólo deseo su bien”. Me pregunto si podría seguir asesorándose conmigo. Creo que ella y miles de otros seguidores y miembros del Partido están desengañados hace tiempo. Creo (¿o sólo lo espero?) que esto no va a durar ya mucho tiempo. ¡Qué histeria en todas las palabras y obras del gobierno! Ese perpetuo amenazar con la pena de muerte, la toma de rehenes, hace poco la interrupción de todo el tráfico de viajeros de 12 a 12:40: ¡“Búsqueda de mensajes y de publicaciones contrarias al régimen en toda Alemania”! Además, continuamente esos artículos grotescos sobre la victoriosa batalla del trabajo en Prusia oriental” (donde, como es lógico, no hay parados en tiempo de siega), sobre el final del boicot extranjero, etc. (…).

Bibliografía:

[1] Quiero dar testiminio hasta el final: diarios 1933-1941; Viktor Kemplerer – Barcelona – Galaxia Gutenberg – 2003.

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