A continuación reproduzco íntegro un artículo de Alicia Delibes publicado por Libertad Digital en 2003:

Sebastián Haffner publicó Anmerkungen zu Hitler en 1978 (editado por primera vez en español por la Lasser Press Mexicana, S.A. en diciembre de 1980 con el título Dimensión de Hitler). Eran unos años en los que, como bien dice el propio autor de este libro, para los alemanes Hitler era tema tabú. El nombre de Adolph estaba proscrito, los viejos habían amordazado su memoria y apenas se hablaba a los jóvenes de él.

Con esta obra Haffner no pretendió escribir una biografía de Hitler, trataba simplemente, por un lado de construir la personalidad del Führer de forma que resultara psicológicamente coherente y, por otro, explicar y explicarse la fascinación que el tristemente famoso personaje logró ejercer sobre sus compatriotas.

No es la única vez que Sebastián Haffner intentaba penetrar en el corazón del pueblo alemán para encontrar allí razones que pudieran justificar la complicidad de tantos con un solo individuo, autoritario, criminal y dispuesto, desde un principio, a llevar a Alemania a la destrucción si no conseguía hacerla la dueña absoluta de Europa. En su obra más famosa, Historia de un alemán, Haffner insinuaba que una de las razones del triunfo del nazismo en Alemania había sido, junto a una sorprendente falta de añoranza por la libertad, la pérdida de la conciencia individual. En Anmerkungen zu Hitler Haffner profundiza sobre esa pérdida de conciencia individual y considera que fue fomentada por una labor pedagógica llevada a cabo por el nazismo sobre todos los sectores de la población. Desde el poder se impulsaba todo tipo de actividad colectiva y se perseguía cualquier posible muestra de individualismo. En ese sentido, dice Haffner, Hitler fue un auténtico socialista. Pues el nazismo, como hicieron después todos los regímenes socialistas, dedicó un gran esfuerzo por adoctrinar al pueblo y organizarlo “colectivamente” desde la cuna hasta la tumba.

El periodista berlinés, autor del libro, considera que después de la industrialización el objetivo principal del socialismo no fue socializar los medios de producción sino “socializar” a la gente. En los países de la Europa del Este, se imponía de forma obsesiva a niños, jóvenes, hombres y mujeres la realización de todo tipo de actividades colectivas. Una imposición que había sido también propia de la política social del Tercer Reich.

Estamos acostumbrados –escribió Haffner con una clarividencia sorprendente– a contraponer socialismo y capitalismo pero, probablemente, sería mucho más acertado y más importante ver no al capitalismo sino al individualismo como lo contrario del comunismo.”

Si al terminar la década de los setenta se podía considerar que era el colectivismo, el anti individualismo, la característica fundamental del ideario socialista, ahora, a comienzos del siglo XXI cuando el fracaso económico del marxismo se ha hecho evidente, me atrevería a decir que lo que queda en la doctrina social de la izquierda es esa imposición “colectivizadora” de la que hablaba Haffner hace veinticinco años.

Bibliografía:

[1] El individualismo de Sebastian Haffner; Alicia Delibes – Libertad Digital – 6 de Mayo de 2003.

[2] Anotaciones sobre Hitler; Sebastian Haffner – Galaxia Gutenberg – Barcelona – 2002.