index7.jpgCon el fin de continuar nuestra reflexión en torno al 1956 de Hungría, he seleccionado este artículo del diario «La Vanguardia». En él Stephen Vizinczey, escritor húngaro autor de «En brazos de la mujer madura», reflexiona sobre la identidad de su pueblo y rememora aquellos días de revuelta ante el régimen prosoviético que, justo medio siglo después, tienen como reflejo las movilizaciones contra el actual gobierno de una nueva generación de húngaros.

«Mientras la Unión Soviética fue una de las dos superpotencias y oprimió de forma implacable los países que ocupaba, la gran pregunta sobre la revolución húngara de 1956 solía ser: ¿cómo iba a rebelarse contra ella ese pequeño país? Bien, para empezar, sabíamos que la Unión Soviética se derrumbaría. La nación húngara fue un pueblo sometido al Imperio otomano (1525-1700), época durante la cual la mitad de la población murió de hambre o peste, se secuestró a los niños para educarlos como los jenízaros de Alá. A pesar de todo, Hungría todavía existe, ¿y dónde está el Imperio otomano? Sobrevivimos a los codiciosos y asesinos Habsburgos, al Tercer Reich. La historia de su derrota y supervivencia es una especie de religión, como lo es con los judíos; nuestras cabezas están llenas de calamidades que no lograron destruirnos. Los ciudadanos de los países poderosos suelen creer que el poder es eterno y que las victorias son para siempre, pero los húngaros centran su pensamiento en la decadencia del poder, en la inevitable caída de los vencedores y el resurgimiento de los vencidos. Lee el resto de esta entrada »

Café Babel publicaba el 23 de octubre de 2006 -día del 50 aniversario del levantamiento de Hungría- este artículo de Adrienne Kezsmarki, traducido al castellano por Marina González Vayá. Su reproducción en «Historia, política y autores» tiene como finalidad profundizar y dar a conocer el 1956 húngaro; abordando, en esta ocasión, la cuestión historiográfica.

«A los cincuenta años de la derrota de la revolución, los historiadores mantienen que un acuerdo con Moscú era posible.

“Hungría no es sólo una víctima de la Historia; también participa en ella”, sostiene el profesor Charles Gati. Cincuenta años después del levantamiento contra los soviéticos, los historiadores húngaros están revisando el pasado con ojos mucho más críticos. Los revolucionarios pudieron haber negociado con Rusia. Lee el resto de esta entrada »

Me ha parecido interesante introducir este video con el fin de amenizar y hacer más gráfico el paseo que, de la mano de Sebastian Haffner, estamos realizando por la Alemania de Entreguerras. Se trata de una sucesión de imágenes -la mayoría extraídas de Deutsches Historisches Museum-, ordenadas cronológicamente, que reflejan los aspectos más importantes de esos años (existe un post donde se explica cada una de ellas: picha aquí para leerlo). Además, están acompañadas por la música del compositor bretón Yann Tiersen. Disfruten tanto el sonido como las imágenes, y si les gusta prueben a ver el siguiente video de esta serie: «La Guerra Nacionalsocialista» .

(1896-1958) A la hora de elaborar la reseña bibliográfia de Imre Nagy me ha parecido conveniente recurrir a un artículo de The New York Times. Su título es Retrato de Imre Nagy y fue publicado en octubre de 1956. Por tanto, teniendo en cuenta que la muerte del estadista húngaro acaeció poco tiempo después, nos encontramos ante una biografía inconclusa. No obstante, puede completarse con nuestra obra de referencia –La Batalla de Budapest. Historia de la insurrección húngara de 1956– o con la recensión publicada en este mismo blog. Por supuesto, el texto de ese diario americano lo he extraido de la monografía de Ricardo Martín de la Guardia, Guillermo Pérez Sánchez e István Szilágyi.

“Incluso durante los últimos años que pasó en Moscú como refugiado comunista, el nuevo Primer Ministro de Hungría, Imre Nagy, era considerado por sus camaradas un comunista extraño. Expresaban la perplejidad que les producía mediante el apodo que le daban, kulak, que es la palabra rusa que designa al campesino rico de la clase de los que exterminó Stalin al comienzo de la década de 1930.

Los compañeros comunistas del señor Nagy le llamaban kulak porque sus antecedentes, su aspecto y sus gustos les recordaban a los campesinos ricos y sólidamente burgueses que había conocido en Hungría. Hombre corpulento (…) no hacía un secreto de su afición a la buena comida, la buena bebida y la buena ropa.Cuando caminaba por las calles de Moscú parecía un campesino húngaro próspero ataviado con su mejor traje dominical y que se dirigía a la iglesia antes des que lo que era realmente: el técnico agrícola del Partido Comunista húngaro que se dirigía a su puesto de especialista del Instituto Agrario soviético. Cuando en 1944 volvió a Budapest con el Ejército Rojo y se convirtió en uno de los principales gobernantes húngaros, mantuvo sus costumbres extrañas. Dejó que su hija se casara con un ministro protestante en ejercicio. Le gustaba sentarse en los cafés de Budapest y discutir sobre política o los méritos de los distintos equipos de fútbol húngaros.Su esposa, con la que se había casado hacía más de 35 años, era hija de un empleado de pueblo.

Ya en 1945 los amigos del señor Nagy se dieron cuenta de que era políticamente “peculiar” y quizás hasta peligroso. Aunque había pasado más de una cuarta parte de su vida en la Unión Soviética y se había hecho ciudadano soviético en torno a 1930, les decía a sus amigos de Budapest que no era necesario que Hungría siguiera a la Unión Soviética en todo.Esto constituía una herejía notoria, pero al comienzo del período de la posguerra los comunistas húngaros preparados eran demasiado pocos y estaban demasiado diseminados como para que nadie pudiera permitirse el lujo de depurarlos. Imre Nagy nació en 1896 en una familia campesina con firme fe calvinista. De joven aspiraba a llegar a ser cerrajero y fue aprendiz de cerrajero hasta la Primera Guerra Mundial, cuando ingresó en el ejército austro-húngaro. Lo capturaron los rusos, que lo llevaron a su patria. Allí luchó con los bolcheviques en la guerra civil y luego volvió a su país para tratar de establecer en él el “gobierno de los obreros y los campesinos”.Siguió un cuarto de siglo en el que su vida fue semejante a la de otros revolucionarios profesionales de la Europa Oriental. Desempeñó un papel de poca importancia en el breve gobierno comunista húngaro de Béla Kun y luego actuó clandestinamente como agitador comunista hasta que tuvo que huir a la Unión Soviética en 1929. En Moscú siguió estudiando la situación de Hungría y observó como Stalin transformaba la Unión Soviética mediante la fuerza y la violencia. De vuelta a Hungría después de la Segunda Guerra Mundial fue el autor de la primera reforma agraria de la posguerra, dividiendo las grandes propiedades y concediendo pequeñas parcelas a los campesinos y peones de granja. Como buen comunista, se hizo cargo de la policía política durante un tiempo y actuó contra los antianticomunistas. Pero siempre, en lo recóndito de su pensamientos, conservaba, al parecer, la esperanza de que se podría alcanzar un camino húngaro para llegar al socialismo».

Su fotografía está disponible en el post Las caras de la revolución húngara de 1956, publicado en este mismo blog el 20 de enero de 2007.

(1889-1961) Se convirtió en Presidente del Gobierno tras el triunfo del Partido de los Pequeños Propietarios en las elecciones del 4 de noviembre de 1945. Pocos meses después -1 de febrero de 1946- abandonó ese puesto para ocupar el cargo de Presidente de la República. En la primera mitad de los años cincuenta se le obligó a retirarse de la vida pública y sufrió arresto domiciliario. Durante la insurrección de octubre y noviembre de 1956, en el segundo Gobierno de Imre Nagy, fue nombrado Ministro de Estado en representación del Partido de los Pequeños Propietarios. Lee el resto de esta entrada »