Desarrollo de la Revolución II: Febrero

octubre 15, 2008

Este artículo está dentro de una serie de textos que estoy escribiendo sobre la experiencia soviética; para leer el escrito anterior, pulsa aquí.

La Revolución de febrero se caracterizó por su popularidad –la secundó, de manera entusiasta, buena parte de la población rusa-, su espontaneidad –surgió fruto del malestar del pueblo ruso: sin preparación previa-, y por la ausencia de violencia –los postulados revolucionarios no encontraron, en un principio, una fuerte oposición por parte de las fuerzas reaccionarias-. Precisamente sobre la popularidad, la totalidad, de la Revolución de febrero nos habla Nikolay Sergeyevich Trubetskoy:

“Esta revolución es única. Ha habido revoluciones burguesas y revoluciones proletarias, pero dudo que haya habido jamás una revolución tan auténticamente nacional, en el más amplio sentido del término, como la que hoy conoce Rusia. Todos la han hecho. Todos han tomado parte en ella: los trabajadores, los soldados, los burgueses, hasta la nobleza: todas las fuerzas sociales del país”.

De esta forma, tras el triunfo de los revolucionarios, se implantó en el país una dirección política plural y heterogénea –Gobierno Provisional- que tenía como misión fundamental transformar Rusia en un régimen constitucional y democrático:

(Alexandr Fiódorovich Kerenski, mitin en Odesa ante las fuerzas armadas) “Estoy viendo el enorme entusiasmo que se ha despertado en todo el país. Milagros como esta revolución rusa que ha hecho libre a un pueblo de esclavos sólo se producen una vez cada siglo… Ya hemos sufrido bastante. Los corazones de todos los rusos laten ahora al unísono. Pongamos todas nuestras energías en la lucha por la paz para todo el universo. Creemos en la felicidad y en la gloriosa libertad de todos los pueblos… Nuestra consigna será “libertad, igualdad, fraternidad”.

A lo largo de los ocho meses de experiencia democrático-liberal rusa, se sucedieron tres gobiernos provisionales, presididos por Georgy Yevgenievich Lvov –dos veces- y Alexandr Kerenski respectivamente. Esta inestabilidad dentro del ejecutivo ruso se debió principalmente a dos razones: la heterogeneidad de los miembros del gobierno, lo que repercutía sin duda en su eficacia, y la convulsa situación internacional, que tenía importante consecuencias en la situación interna de Rusia.

Las medidas democratizadoras previstas por los gobiernos surgidos tras la Revolución de febrero fueron las siguientes:

– Reunir una Asamblea Constituyente elegida por sufragio universal.

– Convocar elecciones a los consejos municipales.

– Elaborar una declaración de Derechos.

– Reconocer el derecho de Polonia y Finlandia a la autodeterminación.

– Liberar a numerosos presos políticos y repatriar a los exiliados mediante una amplia amnistía.

Además de promover estas medidas, el nuevo gobierno se había propuesto también alcanzar tres objetivos:

– Que la sociedad rusa alcanzase cierto grado de cohesión.

– Exaltación de la nación como medio para unir a los distintos grupos que integraban el país. En definitiva, promover un estado de euforia similar al de 1914.

– Lograr la victoria en la guerra; es decir, continuar con el apoyo prestado por Nicolás II a los aliados occidentales frente a los Imperios Centrales.

Bibliografía:

[1] Historia Universal Contemporánea II; Javier Paredes (Coord.) – Barcelona – Ariel – 2004.

[2] La guerra del mundo: los conflictos del siglo XX y el declive de occidente (1904-1953); Niall Ferguson – Barcelona – Debate – 2007.

[3] El periodo de entreguerras en Europa; Martin Kitchen – Madrid – Alianza Editorial – 1992.

[4] El mundo de ayer. Memorias de un europeo; Stefan Zweig – Barcelona – El Acantilado – 2002.

[5] El pacto con el diablo; Sebastian Haffner – Barcelona – Destino – 2007.

Para leer el siguiente artículo dedicado al mundo de entreguerras, pulsa aquí.

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